Saturday, June 30, 2018

NI ASISTENCIALISMO, NI GERENCIALISMO EN LA GOBERNABILIDAD DE LAS JUNTAS DIRECTIVAS DE LAS ORGANIZACIONES DEL SECTOR SOCIAL







NI ASISTENCIALISMO, NI GERENCIALISMO EN LA GOBERNABILIDAD DE LAS  JUNTAS DIRECTIVAS DE LAS ORGANIZACIONES DEL SECTOR SOCIAL



Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magíster en Ciencias Sociales
Magíster en Ciencias de la Educación

Juntasdirectivasong.blogspot.com
Twitter: @LuisJulianSalasrR
Medellín – Colombia


El contexto

Las organizaciones no gubernamentales ONG las entidades sin ánimo de lucro ESAL y las organizaciones de la sociedad civil OSC  parte del llamado sector social que junto con el sector gubernamental y el sector privado conforman los principales sectores del país. El Estado, sector gubernamental, representa y detenta el poder político, el sector privado el poder económico del mercado y el sector social el poder de la solidaridad y la cooperación. Si en un país las relaciones entre los sectores se basan en la confianza, en el entendimiento, en establecer objetivos comunes, en incrementar su  capital social ese país avanza en la construcción de bienes públicos y fortalece su democracia.

El sector social se conoce, también, como el tercer sector o el sector no lucrativo. El profesor Salamon Lester fue, entre 1990 y 1999, el director del proyecto de estudio comparativo del sector no lucrativo del Centro de Estudios de la Sociedad Civil de la Universidad Johns Hopkins de los Estados Unidos. Dicho estudio se realizó en 22 países de Norteamérica, Sudamérica, Europa, Asia y Oriente Medio. Colombia hizo parte de él. Para esa época se estimó que las cifras del estudio en dólares y empleos remunerados de esos países daría como resultado la octava mayor economía del mundo, por delante de Brasil, Rusia, Canadá y España. (1)

Casi tres décadas después del estudio en  los países donde se permite el trabajo de las ESAL el sector social sigue siendo significativo en sus dimensiones y aportes al desarrollo humano y la calidad de vida de sus ciudadanos. En los regímenes democráticos y de economía de mercado se le reconoce a las organizaciones del sector social un estatus jurídico especial de exención fiscal en materia tributaria de no cobrar impuestos de renta y patrimonio por las actividades meritorias que realizan en beneficio de las  personas y la sociedad. 

Según cifras de la revista Dinero, 4/30/2015, en el 2012 las organizaciones del sector social registraron ingresos por $129.6 billones, representando el 15% del PIB del país. En cuanto al número de ESAL inscritas en la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales DIAN son alrededor de 236.000, entre activas e inactivas. 

El sector social colombiano es un conglomerado amplio, heterogéneo y disperso de organizaciones que carece de unidad política y de representación global ante el Estado y el sector privado. No hay un pensamiento y acciones convergentes frente al papel del sector social en el desarrollo del país. No hay una instancia de organización de tercer grado como si la tiene el sector privado con el Consejo Gremial Nacional que agrupe a los distintos gremios sociales, que efectué reuniones, comités técnicos, haga pronunciamientos públicos, comunicados de prensa y sea un foro permanente de deliberación e incidencia política y defensa de los intereses del sector. Un ejemplo de ello fue la ausencia de una declaración unificada de todos los gremios y colectivos del sector frente a la última reforma fiscal del Régimen Tributario Especial.  Esta reforma fue la respuesta de control del Gobierno a las críticas y denuncias  que la Opinión Pública expresaba acerca del actuar de muchas organizaciones sociales frente al cumplimiento de sus objetos sociales, destinación de recursos y manejo ético y legal de sus directivos. Es en este contexto de debilidad organizacional, ausencia de liderazgo, de cuestionada imagen y credibilidad  y a la poca  incidencia política en el que se desenvuelven las ONG, las ESAL y las OSC en la Colombia del presente.  

El asistencialismo

La caridad cristiana, la filantropía humanista, el voluntariado y la beneficencia pública fueron las concepciones que dieron origen histórico a las entidades sin ánimo de lucro ESAL. La iglesia católica, mediante sus comunidades religiosas, creo instituciones dedicadas a la educación, la atención de enfermos, huérfanos e indigentes. Los recursos se obtenían de donaciones, legados, limosnas, testamentos y obras pías. Fue  San Vicente de Paúl, sacerdote francés, quien en 1617 estableció a las llamadas obras de misericordia, materiales y espirituales, como una forma para la práctica de la caridad cristiana donde se asume una relación personal entre el benefactor y el beneficiario; al contrario del filántropo cuya acción generosa y voluntaria se realiza sin que medie una relación personal con el beneficiario. Mientras el motivo de la caridad es el amor a Dios, el motivo de la filantropía es el  amor al prójimo. Has el bien y no mires a quien; cuando des limosna  que tu mano derecha no sepa lo hace tu derecha. Son refranes populares que expresan muy bien estas realidades de la caridad y la filantropía como origen del asistencialismo en el trabajo social.

El asistencialismo se erigió como práctica generalizada de las primeras ESAL para obrar y relacionarse con las poblaciones vulnerables y pobres de la sociedad. El asistencialismo, insistimos, implica una relación de subordinación y dependencia entre un benefactor poseedor de recursos y un beneficiario que carece de ellos. No genera cambios en la situación de pobreza de las personas y comunidades, por el contrario, mantiene y reproduce la exclusión y la desigualdad. Es atentatoria de la Dignidad Humana, de los Derechos Humanos e impide el despliegue de las capacidades y el aprovechamiento de las oportunidades. No debe confundirse la asistencia con el asistencialismo. La asistencia es necesaria, en un primer momento, como socorro, ayuda o colaboración ante una emergencia personal o tragedia social o natural. El problema reside cuando esa asistencia inicial deriva en un asistencialismo permanente. 

El asistencialismo no ha desaparecido. Sigue vivo y latente en muchas de las políticas públicas y los programas de gobierno mediante subsidios, monetarios y en especie, que en forma continua, y sin ajustes, se mantienen y se “cobran” en contiendas electorales. El antiguo asistencialismo sigue vigente en el neo-asistencialismo como filosofía y práctica  de muchas organizaciones sociales que se niegan a replantear su misión y objeto social en el trabajo con las comunidades. 

En remplazo del nocivo asistencialismo de la dádiva, de los favores de la caridad y la beneficencia, que ha tomado muchos años combatirla, hoy se acude en las políticas públicas y la gestión social a  los enfoques de Derechos Humanos y de capacidades para intervenir, apoyar y acompañar a las comunidades pobres y vulnerables en sus justas aspiraciones de mejorar su calidad y condiciones de vida; en que se reconozcan como sujetos activos y actores sociales  reclamantes de derechos y cumplidores de obligaciones ante sí mismos, el Estado, las familias y la sociedad. De lo que ahora se trata es de despertar la conciencia colectiva del derecho a tener derechos, de ofrecer oportunidades reales, de potenciar las capacidades y las fortalezas internas de las personas, grupos, familias y comunidades ante que en las  carencias y las debilidades.

La gerencia social: nuevo paradigma de la gestión social 

El Estado moderno se caracteriza en concretar los programas de gobierno mediante  la formulación de políticas sociales y públicas que orientan, a su vez, en  planes de desarrollo y proyectos específicos. La gerencia social es la estrategia empleada por los gobiernos, sus instituciones  y  entes territoriales para ejecutar, seguir, monitorear y evaluar tanto los programas como los proyectos sociales. La gerencia social es también un campo de conocimientos, instrumentos y metodologías que tiene por fin un empleo eficiente y racional de los recursos públicos para los fines del desarrollo humano, social y sostenible.  Bernardo Kliksberg, economista y sociólogo argentino, fue quien acuño el concepto de gerencia social. (2) 

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe CEPAL: la gerencia social puede ser entendida como el conjunto integrado de principios, prácticas y técnicas que permiten mediante su aplicación, producir cambios significativos en al menos una condición de bienestar en la población objetivo a la que es referido, mediante el uso racional de los recursos. (3)


La gerencia social propicia el acercamiento y el trabajo en alianza entre los tres sectores ya mencionados (gubernamental, privado y social) como una forma de aplicar el capital social estableciendo alianzas público-privadas que aúnen voluntades y recursos en la solución de problemas sociales. En el paradigma de gerencia social no tiene ninguna cabida los principios y postulados del antiguo paradigma asistencialista. La gerencia social tiene sus fuentes en la gerencia empresarial del sector privado; también hay ONG que se autodenominan empresas sociales que han adoptado el modelo de la gerencia social para el cumplimiento de su misión. Uno de sus principios es el considerar que debe buscarse tanto la rentabilidad social como la rentabilidad económica como un objetivo a lograr en el que hacer de las organizaciones sociales. Este enfoque de gerencia social es el que sustenta la propuesta de constitución de empresas sociales en vez de ONG, ESAL u OSC.

De la gerencia social a las fundaciones empresariales y al  gerencialismo  

En el pasado las organizaciones del sector social eran vistas como un complemento necesario de la iniciativa privada y voluntaria de la sociedad civil para complementar, para llenar los vacíos que en materia social no cubrían ni el Estado ni la empresa privada en materia social como la superación de la pobreza y la atención humanitaria a las poblaciones vulnerables. Con donaciones privadas, auxilios públicos y trabajo voluntario estas organizaciones realizaban su misión con enfoque y prácticas asistenciales, como ya anotamos. No se cuestionaba el modelo gerencial ni los resultados de las actividades. Se consideraba que cualquier aporte, “granito de arena” era no solo válido sino valioso. Era más desde la sensibilidad social y las creencias religiosas  que del conocimiento científico y el ejercicio profesional como se asumía la gestión social.

A partir de la década de los años 90 del pasado siglo se fueron dando cambios significativos en los las políticas públicas de los Estados latinoamericanos y las agencias multilaterales de inversión  frente al desarrollo humano y social.  Cambios que se vieron reflejados en las relaciones de contratación con las organizaciones de la sociedad civil al considerar que podrían convertirse en operadoras de los programas y proyectos que dejarían de hacerse directamente por parte de las entidades gubernamentales. Esto significó una transformación, a todo nivel, en las organizaciones que decidieron convertirse en operadoras del Estado para acceder a sus recursos. Una de las medidas emprendidas fue la profesionalización de los directores(as) y los equipos de trabajo para poder responder a las responsabilidades jurídicas y económicas en la ejecución de los y convenios y contratos. Significó, además, la introducción de la gerencia social en el funcionamiento de las organizaciones.

Otro cambio que empezó a mostrarse en la década de los 90 del pasado siglo fue el concepto, y su   aplicación, de la Responsabilidad Social Empresarial RSE entendida como: el compromiso que tiene la empresa de contribuir con el desarrollo, el bienestar, y el mejoramiento de la calidad de vida de los empleados, sus familias y la comunidad en general. (4). La RSE surge en el contexto de un nuevo pensar y accionar de la empresa privada frente a los entornos, población y territorios con los cuales se involucra en el desarrollo de sus actividades productivas y de servicios. Surgen, en consecuencia, nuevas fundaciones empresariales. En el 2008 se crea la Asociación de Fundaciones Empresariales AFE con el objetivo de actuar como vocera de las fundaciones asociadas y promotora del mejoramiento de su gestión social. A la fecha cuenta con 74 fundaciones asociadas, incluyendo algunas fundaciones de familia y fundaciones independientes. (5)

En los últimos años viene dándose, pues, un interés creciente del sector empresarial por incidir en los asuntos  sociales. Los empresarios descubrieron que lo social también da réditos económicos a los negocios. Qué lo social también moviliza cuantiosos dineros y que genera valor reputacional y recordación de marca asociar el objeto social de la empresa con el objeto social de la fundación que lleva su nombre o la del grupo empresarial, y que no existe, desde la ética y lo legal, ningún conflicto. Que todo es moralmente correcto. Las fundaciones empresariales hacen uso del llamado mercadeo con causa que no es otra cosa que la donación para la obra social depende de la cuantía de la donación que hacen los clientes o sea que si estos donan más o menos, la fundación empresarial dona más o menos. Muchas fundaciones empresariales carecen de un patrimonio autónomo que garantice la continuidad y la sostenibilidad de los programas dependiendo estos de la generación o no de utilidades de la empresa o grupo empresarial. Otras fundaciones empresariales fondean ingresos de los presupuestos públicos mediante la contratación  en vez de incrementar los aportes propios o favorecer los convenios y las alianzas. En el pleno ejercicio del derecho constitucional a la libre asociación las fundaciones empresariales expresan y realizan su particular concepción de lo social, el cual difiere, por supuesto,  de la mayoría  de  ONG, OSC y ESAL del país.

En cuanto al gerencialismo, asunto distinto a  la gerencia social, esta tendencia se manifiesta, de manera preocupante, en la composición de las  juntas directivas de organizaciones de la sociedad civil. Cuando en una junta directiva de este sector  se rompe el equilibrio entre el mandato misional, la gestión social y la gestión económica, dando preferencia a ésta última tanto la junta directiva como la organización, en cabeza de su director(a) y equipo de trabajo, terminan en el gerencialismo. Gerencialismo es cuando, en la gestión social de los programas, proyectos y servicios a las comunidades, se privilegia lo cuantitativo sobre lo cualitativo, los resultados sobre los procesos, los medios sobre los fines, el cumplimiento de los indicadores sobre los cambios positivos de actitud y de comportamiento, lo formativo sobre lo instrumental, la rentabilidad económica sobre la rentabilidad social, el incremento de los ingresos y el patrimonio sobre la  calidad y el cumplimiento de los objetivos de los programas y proyectos. Una junta directiva de una organización social se vuelve gerencialista cuando en el orden del día de la agenda de reunión terminan primando los temas económicos y administrativos sobre los temas sociales. (6)

En el paradigma gerencialista cuya vocería, por formación y ejercicio profesional, en una junta directiva del sector social, la llevan los gerentes, administradores, empresarios, financistas e ingenieros prima la visión economicista y eficientista en cuanto razón de ser de la organización, mientras que en el paradigma humanista la visión filosófica y sociológica de dicha razón la portan los profesionales de las ciencias humanas y sociales. 

Cuando una organización social,  tanto en su junta como en su dirección ejecutiva, asume por entero el paradigma gerencialista termina desvirtuando su objeto social y sus objetivos de cambio humano y desarrollo social. No es, tampoco, restaurando el asistencialismo en un neo-asistencialismo o supeditando todas las acciones económicas y administrativas a  los requerimientos de la gestión social. No, de ninguna manera. Al contrario de una empresa privada donde el objetivo principal son los resultados económicos positivos, el incremento en las ventas, en el patrimonio y en la cuota de mercado y la generación de utilidades, en las organizaciones del sector social  los recursos económicos y financieros solo se consideran  un medio y no un fin en sí mismo. Son un medio para el desarrollo del objeto social meritorio. Resulta obvio que sin medios económicos y financieros suficientes no es posible cumplir los objetivos sociales  ni los programas y proyectos sociales  llevarse a feliz término. Tan importante son los resultados del balance económico como los del balance social. Discursos sin recursos es demagogia. La función de una junta directiva de una ONG, una ESAL o de una OSC no es atesorar un patrimonio o acumular bienes económicos sino proporcionar bienes sociales a las comunidades y poblaciones determinadas. Es tratar de construir y mantener un patrimonio cuya rentabilidad asegure todo o en parte el funcionamiento de la organización y no la organización al servicio de un patrimonio. 

Una característica fundamental y diferenciadora entre las empresas privadas y las organizaciones sociales es que éstas incorporan, en todo el mundo, millones de personas voluntarias en el trabajo con las comunidades. El voluntariado es la manifestación, libre y decidida, de solidaridad y ayuda hacia las personas que sufren y están en situación de pobreza. Se estima que en los países desarrollados, no hay cifras para Colombia, las horas semanales que dedican los  voluntarios(as) generan el 5%  del producto nacional bruto. (7)

En las empresas privadas con ánimo de lucro no hay lugar al trabajo voluntario, no remunerado. Como dice Bernardo Kliskberg el voluntariado es un capital ético que posibilita a las personas hacer el bien a los demás: no es de extrañar ese potencial. La actividad voluntaria, que contradice la fría imagen del ser humano como “homus economicus” de los textos de economía convencionales, no está movida por la búsqueda de beneficios económicos (sector privado) ni de poder, (sector gubernamental). Es producto de valores éticos, de la conciencia.  (8)

Y a propósito del voluntariado valga anotar la aparición de una nueva práctica en el funcionamiento de las juntas directivas de las organizaciones sociales con la entrada de los ejecutivos de las empresas y es la de remunerarlos por su asistencia y participación bajo la premisa de una mayor dedicación y responsabilidad tal como se hace en las juntas directivas empresariales. Si se les remunera dejan de ser voluntarios, así de simple. ¿En qué queda, entonces, el compromiso ético con las personas y los grupos más vulnerables de la sociedad? ¿Será que solo es posible motivar la asistencia y garantizar una participación efectiva de un miembro de junta si se le pagan honorarios? He ahí un dilema ético para dilucidar qué es lo mejor y más conveniente para asegurar el funcionamiento de una junta directica de una organización social. 

Otro asunto que hay que dilucidar son los efectos legales del cambio en el  régimen legal  de las ESAL a partir de la Ley 1819 de 2016 y el decreto  2150 de 2017 que modifico el estatuto  tributario de las ESAL.  El nuevo marco jurídico permite que las ESAL, con la autorización escrita de la junta directiva, renunciar a los beneficios de exención de impuestos que concede el Régimen Tributario Especial y a particulares exigencias para  trasladarse al Régimen Ordinario de las Sociedades Mercantiles, pagar impuestos y disponer libremente de los ingresos y el patrimonio. Según reporte de la DIAN alrededor de 15.000 ESAL hicieron el traslado. O sea que en Colombia ya es posible la existencia legal de fundaciones, corporaciones y asociaciones con ánimo de lucro, lo que significa esta reforma es una desnaturalización del sector social al permitir una doble condición jurídica de sus organizaciones. ¿Qué buscaba y consiguió el Estado con este cambio? Pues aumentar el recaudo de impuestos. Queda por analizar qué tipo de ESAL fueron las que mayoritariamente se acogieron al nuevo estatus tributario y sus verdaderas motivaciones.

Si las organizaciones del sector social,  en aras de allegar recursos económicos para asegurar la sostenibilidad, se convierten en meras operadoras de los programas y proyectos del Estado, renunciado a su autonomía programática y conceptual, a sus propias iniciativas, se vuelven, en la práctica, organizaciones neo-gubernamentales. Si las organizaciones del sector social asumen, al pie de la letra, los principios, normas y reglas de actuación de las empresas del  sector privado terminaran haciendo parte de este sector abandonado los principios y valores de la solidaridad, de la fraternidad, de la cooperación. 

La reflexión que debemos hacernos como ciudadanos interesados en el mantenimiento de los bienes sociales y públicos es si conviene a un Estado, a  una sociedad y a  un país, como Colombia, debilitar y desarticular más el sector social. Quienes pierden son las comunidades y los grupos sociales más pobres y excluidos que ven disminuida la presencia y el acompañamiento de las organizaciones sociales en sus territorios. Y pierde, también, la democracia participativa al desestimularse la creación de iniciativas ciudadanas en la gestión social local.  


Para la concepción gerencialista la gestión social se enfoca a la ejecución de iniciativas y proyectos que tienen que ver con la atención de necesidades materiales, superación de la pobreza, la pobreza extrema, la generación de ingresos y los emprendimientos. Es la misma agenda temática que Estado y los gobiernos están obligados a cumplir por mandato constitucional. Agenda que deja por fuera otros asuntos importantes para el desarrollo de una sociedad como la defensa de los Derechos Humanos, las reivindicaciones de las minorías, la participación en la formulación de políticas públicas, el fortalecimiento de las  organizaciones del sector social, el apoyo a causas sociales y humanitarias, a los movimientos sociales y la vocería de las aspiraciones legítimas de los grupos poblacionales en sus respectivos territorios. Temas que no interesan a los “gerencialistas” por cuanto no generan rendimientos económicos para las organizaciones.
 
El objetivo superior de una junta directiva de una organización social es la de mantener el equilibrio y conciliar entre la rentabilidad económica que asegure la sostenibilidad de la organización y la rentabilidad social que asegure el cumplimiento del objeto social en bienes y servicios útiles a las comunidades.  Se equivocan, y en materia grave,  las juntas gerencialistas cuando deciden que lo más conveniente  para la organización es contar con un director(a) ejecutivo(a) administrativo-financiero que de preeminencia a la rentabilidad económica de los programas y proyectos sobre lo social. Es decir, que solo se realicen aquellos programas y proyectos que dejen excedente económico. Para que tal política se cumpla nombran y mantienen directores(as) ejecutivos(as) léase gerentes obedientes, sin conocimientos, experiencia y criterios sobre lo social. De esta manera es como las ONG, las ESAL y las OSC terminan desnaturalizadas, sus misiones desvirtuadas para terminar convertidas y asimiladas a empresas lucrativas del sector privado. Es toda una estrategia de captura y apropiación de la dirigencia  empresarial sobre la gobernabilad del sector social. No hay duda, hay evidencias que el  gerencialismo está desplazando al humanismo en la visión y conducción de las juntas directivas de las organizaciones del sector social. Remplazar comprometidos directores(as) ejecutivos(as) por eficientes gerentes es la nueva consigna del gerencialismo.

El deber ser del director ejecutivo(a) y el presidente(a) de la junta es el de ejercer un liderazgo compartido para el logro de tal objetivo superior. Deseable, siempre, que el director o directora ejecutivo de una organización social tenga una sólida formación académica humanista complementada con conocimientos y competencias gerenciales. Deseable, siempre, que el presidente o presidenta de la junta directiva de una organización social tenga la doble mirada de lo social y lo gerencial. Deseable, siempre, que en la composición de una junta directiva de una organización social exista una mezcla adecuado de gerentes y humanistas que logren conciliar, en un clima de respeto y entendimiento, tanto los requerimientos económicos como los sociales. Lo que siempre deberían tener muy presente, y no siempre ocurre así, los miembros de una junta directiva de una organización del sector social, independiente de la profesión o su procedencia socioeconómica, es que al aceptar dicho cargo asumen un encargo fiduciario, de confianza, una  responsabilidad legal y ética, de custodiar un patrimonio, unos bienes, que no son privados sino que pertenecen por entero a la comunidad y que no pueden emplearse para beneficio propio sino para terceros donde se garantice el libre acceso de la comunidad. Y cuando este encargo fiduciario se incumple y no hay la debida diligencia es mandatorio que el Estado, en representación del bien común y el interés general, intervenga con la potestad que le otorga Ley de inspeccionar, controlar y vigilar y sancionar las actividades y conductas de los integrantes de la junta directiva. Asunto distinto al manejo del patrimonio y los bienes de las empresas privadas que pertenecen y disfrutan sus accionistas o socios. Razones de peso para insistir en evaluar el desempeño individual y colectivo de los miembros de junta así como de su permanencia y rotación. Buena y sana práctica del Gobierno Corporativo de las juntas directivas empresariales que debería ser más emulada y frecuente en las juntas directivas de las organizaciones sociales. 

En conclusión. Ni el asistencialismo, ni el gerencialismo resultan convenientes como directrices políticas, hegemónicas y absolutas,  para mejorar la gobernabilidad en las juntas directivas de organizaciones del sector social. 
  
(1)   Salamon, Lester y otros (1999).  La sociedad civil global: las dimensiones del sector no lucrativo. Centro de Estudios de la Sociedad Civil. Johns Hopkins University. Fundación BBVA. Madrid.
(2)   Kliskberg, Bernardo. (2004). Más ética, más desarrollo Editorial Temas. Buenos Aires                 
(3)   CEPAL. Notas sobre la modernización de la gestión pública en el campo de las políticas sociales. Documento.
(4)   Ángel, Juan Alejandro y otro. (1996). Responsabilidad social empresarial en Colombia: resultados de una investigación. En Empresa Privada y Responsabilidad Social. Bogotá.
(5)   Afecolombia.org
(6)   Solís, Olivia. Gerencialismo VRS Humanismo: una disyuntiva en la evaluación de la educación superior. Universidad Autónoma de Querétaro. México.    
(7)   Kliskberg, Bernardo. (2004). Op.cit. Pág. 143
(8)   Kliskberg, Bernardo. (2004).  Ibídem. Pág. 145


Sunday, January 07, 2018

La evaluación de desempeño: una taerea pendiente en las Juntas Directivas de las ONG

LA EVALUACIÓN DE DESEMPEÑO: UNA TAREA PENDIENTE EN LAS JUNTAS DIRECTIVAS DE LAS ONG

Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magíster en Ciencias Sociales
Magíster en Ciencias de la Educación

JuntasdirectivasONG.blogspot.com.co
@LuisJulianSalas

Los temores de la evaluación

Evaluar es una actividad humana que consiste en valorar, medir, comparar y apreciar los logros y el desempeño, en un período de tiempo determinado,  de una persona natural o jurídica. La acción de evaluar la asociamos, casi siempre, con los temores que sentíamos en la  presentación de los exámenes escolares: temor a reprobarlos, a ser rechazados, a ser comparados con otros, a ser castigados por nuestros padres. Y el examen implicaba una nota, una calificación,  y en muchos casos un juicio de valor. Y el temor no es otra cosa que una molesta sensación de inseguridad que percibimos ante un hecho, real o imaginario, que representa riesgo o peligro. Ansiedad, sudor, temblor, palpitaciones, nervios, son las manifestaciones fisiológicas ante el objeto o situación que nos causa temor.

A semejanza de los seres humanos que tendemos a entrar y quedarnos en la Zona de Confort, las organizaciones, creación humana, también lo son. La rutina, lo conocido, lo acostumbrado, el menor esfuerzo, son las prácticas cotidianas que van acomodando a la organización en la Zona de Confort. Para su supervivencia, enfrentar la competencia y crecimiento las organizaciones no solo requieren contar con sólida estructura administrativa, talento humano, tecnología y capital; requieren, además, hoy en día, deben disponer de un sistema de  Gobierno Corporativo que las diríja, encause y las controle. Los socios y socias de la asamblea general, la dirección ejecutiva, el equipo de trabajo, los beneficiarios, los donantes, los proveedores, los contratantes, los aliados y, por supuesto, la junta directiva hacen parte del Gobierno Corporativo de una ONG.

La evaluación y el Gobierno Corporativo

La evaluación por indicadores es el medio idóneo para revisar  procesos, corregir deficiencias,  identificar malas prácticas, comparar avances o retrocesos y mejorar el desempeño individual y colectivo en una organización. No existe otro medio diferente a la evaluación para constatar si se dieron o no cambios, deseados y planeados, en la organización entre dos períodos de tiempo determinados. 

La junta directiva de una ONG, elegida por la asamblea general, tiene importantes funciones y responsabilidades como parte del Gobierno Corporativo, entre ellas nombrar al director(a) ejecutivo(a), asegurar la reputación institucional y mantener el direccionamiento estratégico de la organización. Estas funciones y responsabilidades de una junta directiva de una ONG no se diferencian de las funciones y responsabilidades de una junta directiva de una empresa privada, solo que en estas los miembros de junta responden a los propietarios mientras que los miembros de la junta de una ONG asumen, en forma voluntaria, un encargo fiduciario de vigilar, preservar y acrecentar un patrimonio público, ante el Estado, al servicio de la sociedad.

Entre la prácticas aceptadas del Gobierno Corporativo de las empresas privadas está el de reconocer un pago,  en honorarios, a los integrantes de la junta directiva por concepto de asesoría, apoyo y acompañamiento al direccionamiento estratégico de la organización. La figura del miembro de junta profesional e independiente que dedica no solo el tiempo presencial ordinario de la junta, sino más horas al estudio y reunión con los ejecutivos y empleados de la firma, ya es común en muchas empresas. Existen firmas especializadas en buscar, seleccionar y evaluar altos ejecutivos para vincularlos como miembros plenos e independientes en las juntas directivas de los grupos y corporaciones del sector privado.  La alta remuneración por sus servicios de estos integrantes está sometida a procesos periódicos tanto de evaluación interna como externa vía encuestas y entrevistas personalizadas realizados por expertos que determinan que tanto contribuye el integrante como la junta en pleno a generar VALOR y decisiones acertadas a la compañía. La evaluación incluye, por supuesto, el desempeño del presidente(a) de la junta. Estas medidas y prácticas que son ya normas legales y estatutarias en el sector privado están muy lejos de considerarse y poner en práctica en las juntas directivas de las ONG, especialmente, en las operativas, llamadas también de Primer Piso, porque deben, al mismo tiempo, recaudar fondos y ejecutar programas. Diferente es la situación de las fundaciones empresariales que son financiadas por las grandes corporaciones o grupos financieros y empresariales.

Razones de no evaluación de la junta directiva

¿Cuáles son, pues, las razones que no facilitan instalar la cultura de la evaluación en las juntas directivas de las ONG de Primer Piso?  Son varias:

1.   Preeminencia del carácter voluntario de sus miembros. Las ONG, que legalmente son entidades sin ánimo de lucro ESAL, tienen por fin ofrecer bienes y servicios a la sociedad que no son prestados por el Estado o el sector privado. Bienes y servicios que van dirigidos  a beneficiar a las personas, familias y comunidades más desfavorecidas de la población. Aquí el beneficio se entiende como querer hacer el bien. El voluntario(a) es una persona con valores altruistas, de solidaridad y generosidad, que sin esperar remuneración en dinero o en especie, dona su tiempo, experiencias y conocimientos a una ESAL para concretar ese hacer el bien y al hacerlo obtiene por ello una retribución emocional o espiritual que da salida a su deseo de responsabilidad social. De esta forma la ONG queda siempre en situación de agradecimiento por el trabajo y los aportes de sus voluntarios tanto de junta directiva como los que participan en los programas con los beneficiarios.  ¿Cómo, entonces, demandar al voluntario, a quien no se le paga, a que se someta a un proceso de evaluación con miras a mejorar  su desempeño? ¿Será necesario pagar a los miembros de la junta directiva de una ONG para poder exigirle resultados? El asunto es que si se les remunera pierden el carácter de voluntarios.

2.      Fijación del carácter  asistencialista de las ONG en los miembros de la junta directiva.  El origen histórico de las ONG estuvo permeado por la ideología cristiana de las obras de misericordia, tanto materiales como espirituales. San Vicente de Paúl fue erigido como Patrono Universal de la Caridad. La Caridad y la misericordia se conciben y practican, por parte de los creyentes, como el de dar al necesitado sin esperar nada a cambio. Dar el pescado sin requerir que se aprenda a pescar. Este lineamiento religioso se convirtió en todo un modelo de gestión de lo social que recibió la denominación de asistencialista. El asistencialismo, que no la asistencia, es una práctica nefasta que atenta contra los principios de la Dignidad Humana, inhibe la iniciativa, la autonomía y mantiene en la dependencia a quienes son objeto de su acción. El mantenimiento del carácter asistencialista, en este tipo de ONG, por parte de la junta directiva conlleva a que no se considere importante o necesario evaluar el modelo de gestión y por lo tanto, también, el funcionamiento y desempeño de la junta y sus integrantes. No quieren, o no ven a la ONG a la que pertenecen como una organización donde puedan aplicarse procesos y concepciones de la gerencia social moderna. Y lo más paradójico y desconcertante es que en las juntas directivas de las ONG están conformadas, también, por empresarios y ejecutivos del sector privado que debieran hacer extensivos los conocimientos, métodos y buenas prácticas de sus organizaciones a las ONG donde pertenecen.

3.      La recurrencia del tema financiero en la agenda de la junta directiva. A diferencia de las fundaciones empresariales y las ONG de Segundo Piso, que al disponer de un grandes activos y patrimonio cofinancian proyectos y programas sociales, las ONG de Primer Piso se ven abocadas a destinar mucho tiempo y esfuerzos a la consecución de recursos económicos, vía contratos, convenios, alianzas, donaciones, membresías, realización de eventos, venta de  productos, para sufragar los costos y gastos tanto de los proyectos como de su planta administrativa. En este tipo de ONG poco tiempo y energía destina la junta para considerar otros asuntos estratégicos como la evaluación de sus funciones y su desempeño. Aquí se aplica lo que dice Mafalda: lo urgente no deja tiempo para lo importante.
     
4.      La comodidad de las rutinas y procedimientos acostumbrados.  La necesidad de cambiar e innovar en las organizaciones se ve frenada por la tendencia a mantener las comodidades de las  rutinas, de lo acostumbrado. Es que siempre lo hemos hecho así y nos ha dado resultados. Nos gusta ser fieles a las tradiciones. Evaluar, cuando nunca se ha realizado, es una actividad que genera no solo temor, como ya dijimos, sino, también, desacomodos institucionales, y puede implicar hacer un alto en el camino, posponer asuntos, destinar más tiempo,  reorganizar la agenda de la junta o conseguir dineros adicionales, no previsto, para llevarla a cabo.  Instalada la resistencia y la procastinación institucional la junta siempre encuentra argumentos, motivos para aplazar la decisión de iniciar su proceso de evaluación. Triunfa la rutina aniquiladora  sobre la posibilidad desafiante del cambio. La sociedad del mutuo elogio y el todo bien, todo bien prevalecen.

5.      La oposición, velada o manifiesta, de una presidente de junta autocrático(a). Hay, y la evidencia empírica lo confirma, organizaciones reconocidas como exitosas pese a ser dirigidas con estilos administrativos autocráticos en la cadena de mando. La autocracia es incompatible con la democracia. La gobernabilidad democrática hace parte, también, de los lineamientos y principios de un sistema de Gobierno Corporativo. Resulta atemorizante y riesgoso para un presidente(a) de personalidad y estilo autocrático en la conducción de su junta directiva proponer y favorecer un proceso de evaluación que implique cuestionar su estilo de dirección y liderazgo en la junta, y que pueda llevar a su remplazo o a establecer valores y procedimientos de gobernabilidad democrática en el funcionamiento de la junta. Y si la organización es exitosa, y el presidente lleva mucho tiempo en la junta, menos motivos hay para dar los primeros pasos del inicio de la evaluación. Por eso es tan conveniente y útil incorporar en los estatutos normas que obliguen a un cambio, a una rotación  periódica de sus miembros. Un presidente(a) de junta autocrático pero exitoso sitúa a los miembros de la junta en el lugar del silencio y la pasividad, que, quien lo creyera, resulta muy cómodo, muy confortable para algunos de ellos(a). Él o ella terminan tomando las decisiones importantes y asumen toda la responsabilidad.

La evaluación no solo no es una práctica generalizada en las juntas directivas de las ONG de Primer Piso sino que tampoco lo es para evaluar la gestión de la dirección ejecutiva, ni para ésta evaluar el desempeño de su equipo de trabajo, o de la pertinencia de la efectividad de los programas, proyectos o actividades misionales. O también se da el caso de juntas directivas de ONG que evalúan el director(a) y exigen la evaluación de los empleados pero se reservan el derecho a no evaluarse. En otras palabras, el gato no se deja poner el cascabel.

La sistematización de experiencias, la evaluación temprana de resultados y los estudios evaluativos longitudinales y de impacto social no son la norma, ni práctica habitual en las ONG, en parte por su costo y falta de recursos para realizarlos, y en parte porque aún no hay la suficiente conciencia de su importancia como medio para mejorar la gestión social. La informalidad,  la ausencia de documentación y guarda de la memoria de los procesos sigue siendo una realidad en la mayoría de las ONG de Primer Piso, reconociendo avances gracias a los programas de fortalecimiento institucional que el gremio y otras entidades público-privadas ofrecen.

Cambios en el Régimen Tributario Especial y de contratación de las ESAL

Los tiempos en que los miembros de las juntas directivas de los ONG eran un  club de amigos, figuras decorativas que se nombraban de acuerdo a su cercanía o amistad con el presidente/a), o por su posición o importancia de sus relaciones sociales han pasado a la historia. Los tiempos que corren hoy para las ONG colombianas, de Primer Piso, son otros.  El presente, y más el incierto futuro, son de un entorno no habilitante para el aseguramiento de la vida institucional de dichas ONG. Debido al abuso e indebida destinación de recursos de muchas ONG de papel y a la falta de efectividad en la autoregulación del gremio el Congreso, mediante iniciativa del gobierno nacional, reformó la normatividad de registro, contratación, fiscal y tributaria de las ESAL mediante las Ley 1850 de 2016 y el decreto reglamentario 2150 de 2017, donde se  declara a las ESAL como contribuyentes del impuesto de la renta y complementarios, conforme a las normas aplicables a las sociedades nacionales y excepcionalmente, podrán solicitar ante la administración tributaria, su calificación como contribuyentes del Régimen Tributario Especial…Todas las entidad que pretendan ser calificadas en el Régimen tributario Especial deberán registrarse en el aplicativo web que para ello señale la DIAN. El registro tiene por objeto que el proceso de calificación sea público, que la comunidad se  pronuncie sobre los requisitos de acceso al Régimen Tributario Especial y que remita comentarios generales y observaciones sobre la respectiva entidad. Los contribuyentes pertenecientes al Régimen Tributario especial del impuesto sobre la renta y complementario deberán actualizar anualmente su calidad de contribuyente en el mencionado régimen.
     
Todo lo anterior significa que las ESAL, en Colombia, deben renovar cada año su calificación al Régimen Tributario Especial ante  la División de Impuestos y Aduanas Nacionales DIAN para gozar de la exención del impuesto de renta y complementario y si no califica, por no cumplir los requisitos legales, la ESAL pasa al régimen ordinario de sociedades y deberá pagar impuesto como cualquier otra sociedad comercial, con el agravante de que las donaciones que reciba, por cualquier concepto, no podrán ser descontadas del monto de los impuestos de sus donantes. El alcance jurídico de ésta reforma para el sector social es muy grave por cuanto van a coexistir fundaciones, corporaciones y asociaciones unas con ánimo de lucro que tributan al Estado y otras en el régimen tributario especial que no tributan. Pareciera ser que lo que más le importa al Estado no es la contribución de las ONG al desarrollo social y humano del país sino al aumento en el recaudo fiscal. 
 
En cuanto a la contratación con entidades estatales, el decreto 092 de 2017 impuso restricciones a las ESAL para hacerla más compleja y difícil como por ejemplo:

La entidad estatal debe de mostrar en el estudio del sector que la única oferta para desarrollar el plan o actividad prevista en el plan de desarrollo es el de las ESAL. Si el estudio de mercado muestra que hay más oferta en el mercado adicional a las ESAL, la entidad estatal debe  mostrar que la oferta de las ESAL representa una optimización de los recursos públicos en términos de eficacia, economía y manejo del riesgo.

Lo anterior significa que solo aquellos programas o actividades que no sean del interés de las organizaciones con ánimo de lucro es susceptible de ser contratado y en caso de que haya una de estas organizaciones interesada la ESAL debe mejorar la oferta. Además, el decreto 092 de 2017 exige a las ESAL interesadas en firmar convenios de asociación con entidades gubernamentales la obligación de aportar en dinero, no en especie, Know How, o capacidad instalada, el 30% del valor del programa. Un verdadero exabrupto jurídico  discriminatorio para el gremio cuyo propósito es dificultar la gestión social de las ONG de Primer Piso y favorecer el trabajo de las Fundaciones empresariales y de Segundo Piso que si cuentan con patrimonio e ingresos propios para cofinanciar los programas y proyectos oficiales.

Es cierto que el Estado no puede renunciar a su facultad legal de inspeccionar, vigilar, controlar y sancionar a las ESAL. Está en su derecho pero también es cierto que el Estado incumple el mandato  constitucional de promover y fortalecer a las organizaciones de la sociedad civil. No hay una política pública nacional, con presupuesto incluido, en tal sentido. Hay algunas políticas municipales que sólo tienen validez para las ESAL ubicadas en sus propios territorios. Lo que pretende el Estado, y lo  está logrando, es desestimular la creación de más ESAL, no prohibiéndolas porque no puede por el derecho constitucional a la iniciativa privada y la libre asociación, sino por la vía de la reglamentación excesiva y la búsqueda de recursos fiscales vía sanciones y renuncias a los beneficios del Régimen Tributario Especial.

Las ONG, las ESAL, conforman un gran capital institucional y social en toda democracia. Ellas realizan programas, proyectos, actividades de beneficio general que tanto el Estado como el sector privado no pueden, no quieren, no son capaces de atender o cubrir. Debilitarlas es una mala decisión política que tendrá efectos negativos en el desarrollo humano y social del país.

La función principal de un gremio es representar y defender intereses de sus asociados- Urge, por tanto, que a Confederación Colombianas de ONG como sus federaciones regionales sigan  informando a las bases y a la Opinión Pública de las consecuencias que tienen para  sus organizaciones afiliadas y para la sociedad éstos cambios en la normatividad. 

Necesidad inaplazable de la evaluación en las juntas directivas de las ONG  ante las amenazas de un entorno no habilitante

Y a estas nuevas situaciones frente a lo legal se suma la persistencia del estigma y el ataque de ciertos sectores de la sociedad que ven con críticas destructivas y desconfianza,  generalizando el que hacer de ciertas ONG en cuanto a sus orientaciones políticas y a la utilización dolosa de  la figura del sin ánimo de lucro, por parte de empresas y personas inescrupulosas, para evadir impuestos y lavar activos.
   
La última rendición social de cuentas de la Federación Antioqueña de ONG, 2017, informa de la tendencia en la reducción de ingresos a sus organizaciones afiliadas por concepto de contratos y convenios con el Estado, de cooperación internacional y de donaciones del sector privado. (www.faong.org).  Si bien las ONG generan ingresos propios estos resultan insuficientes para asegurar la sostenibilidad, el crecimiento y la cobertura geográfica y poblacional de sus programas y proyectos. Las ESAL tienen que asumir las mismas obligaciones financieras, contables, administrativas y laborales que las empresas del sector privado. No hay para ellas un tratamiento especial o diferencial por parte del Estado y la sociedad. Lo que para las empresas son utilidades para las ONG son excedentes. La generación de excedentes, en cada ejercicio anual, es lo que posibilita a las ONG fortalecer su patrimonio, sostenerse económicamente, retener al personal  y dar continuidad a sus programas y proyectos misionales. Si no se generan excedentes, o no se alcanza el punto de equilibrio, y se van acumulando pérdidas año tras año la situación financiera de la organización se hace inviable, insostenible.
   
No son buenos lo vientos del presente y del futuro para las ONG de Primer Piso. Muchos factores han venido confluyendo para enrarecer el entorno de actuación de las ONG de Primer Piso. Los indicadores de alarma están prendidos hace tiempo. Este ambiente hostil, cada vez menos habilitante, requiere de la corresponsabilidad y del trabajo conjunto de todos los estamentos de cada ONG, asamblea, junta directiva, dirección ejecutiva y equipo de trabajo. Todos deben aportar y remar en la misma dirección. La solidez de los barcos, léase organizaciones, se está poniendo a prueba en estas aguas turbulentas que pueden llevar al naufragio institucional, léase liquidación de las ONG, como ya ha acontecido, recientemente, con algunas de larga trayectoria en la ciudad. Y cada vez que se cierra una ESAL no es solo el sector social el que pierde, es toda la sociedad civil la que ve reducido el capital institucional y social, construido y acumulado, en beneficio de las comunidades y los grupos poblacionales más desfavorecidos.

Aún muchos  miembros de juntas directivas de ONG desconocen que según la Ley 222 de 1995, artículo 22, ellos junto al Representante Legal y el Liquidador se consideran Administradores y por ende con responsabilidad, derechos, obligaciones y deberes, y que por lo tanto deben actuar de buena fe, leal y diligentemente por los intereses de la organización; y responder solidaria e ilimitadamente de los perjuicios que por dolo o culpa ocasionen a la entidad, estando exentos quienes no hayan tenido conocimiento de la acción u omisión o hayan votado en contra, siempre y cuando no la ejecuten. No sobra recordar que para ser reconocido como miembro de una junta directiva la persona debe firmar por escrito su aceptación y ser esta presentada para su inscripción en la Cámara de Comercio donde tenga sede la organización.
   
A las leyes de la oferta y demanda del mercado y de la competencia las ONG deben contraponer, aún más, las fuerzas de la confianza, la cooperación,  la asociatividad y de las alianzas que permitan aunar los esfuerzos y los recursos, de todo tipo, para generar más ingresos y aprovechar las oportunidades y convocatorias público-privadas; para ello hay que dejar de lado el protagonismo, el aislamiento y la desconfianza tanto personal como institucional que tanto daño a hecho al sector social en él pasado.  Más juntanzas y menos segregacionismo es lo que se requiere para afrontar los retos y amenazas del entorno. 
  
Ante este panorama, nada alentador, ¿qué responsabilidad debe asumir cada miembro y la junta directiva en pleno de una ONG? Lo primero es informarse de la realidad, lo segundo tomar conciencia del problema y lo tercero, asumir decisiones políticas, estratégicas, administrativas, financieras y laborales frente a la crisis y al futuro incierto  de la organización tal como compete a un verdadero sistema de Gobierno Corporativo.  Sin duda difíciles decisiones que deben ser resultado de un proceso de autoevaluación individual y de evaluación de toda la junta, el cual  implica hacerse incomodas pero pertinentes preguntas como: ¿Qué tan fuerte es mi compromiso con la organización? ¿Reúno los conocimientos y las competencias para garantizar la permanencia y sostenibilidad de la organización? ¿Es hora de renunciar y ceder mi puesto en la junta a otra persona? ¿Cuál es el perfil profesional de las personas que deben ingresar a la junta para hacer frente a  los nuevos desafíos del entorno? ¿Requerimos contratar asesoría externa  de expertos para la toma de las decisiones?
  
La otra posición es no hacer nada, continuar en el inmovilismo, en la conducta del avestruz, en seguir siendo un sujeto pasivo, individual y colectivo ante las circunstancias amenazantes. Una posición que agravará los problemas y conducirá a lo inevitable: a la muerte de la organización.  Si la decisión final, y consensuada, es el cierre definitivo de la organización, pues que ésta se dé como resultado de un análisis serio y una profunda evaluación y no debido a  la inercia de una junta NO directiva, irresponsable e inferior a sus compromisos asumidos ante la sociedad.