Las
mujeres en las juntas directivas de las ONG
Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magíster en Ciencias
Sociales
Magíster en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien
Humano
Medellín - Colombia
Los orígenes de la
discriminación y el concepto de género
En los tiempos prehistóricos la
división social, sexual y del trabajo era indispensable para la sobrevivencia
de la especie humana. Los hombres cazaban, pescaban y recogían frutos para
proveer los alimentos. Las mujeres se encargaban de la crianza y los cuidados
domésticos. Como resultado de esta
condición inicial de vida se instala en la sociedad y la cultura humana la
división por género y de roles,
fundamento del predominio masculino y de los regímenes patriarcales.
Hace siglos que en Occidente la
vida y la población rural vienen decreciendo mientras aumenta el número de
ciudades y la población urbana. Sin
embargo, persisten en los imaginarios culturales y las prácticas sociales la
división inequitativa de roles de género que afectan la vida personal,
familiar, laboral, comunitaria y política de hombres y mujeres. Y todo a pesar de los logros de los
movimientos reivindicativos feministas y las eliminaciones legales y jurídicas por
parte de los Estados. Debemos al movimiento feminista de los años sesenta del
siglo XX la construcción del concepto de género y su diferencia con el concepto
de sexo. El sexo como referido a las
características biológicas de las personas que son comunes en todas las
sociedades y culturas. El concepto de
género hace mención a las diferencias que en materia de funciones, tareas y
responsabilidades se asignan en forma distinta a hombres y mujeres, las cuales
determinan las posiciones y relaciones de poder desde lo jurídico, político,
económico, familiar y social. No siempre coincide en las personas su género, su
identidad y orientación sexual. En Colombia con el Decreto 1227 de 2015,
mediante escritura pública juramentada en una notaría, las personas transgénero
pueden cambiar el registro de su sexo para el cambio de cédula y luego ir a una oficina de la
Registraduría del Estado Civil para su nueva expedición, aboliendo el anterior
proceso judicial de decretar inspecciones corporales, certificados médicos y
sicológicos, lesivos a la dignidad humana, la libertad sexual y el libre
desarrollo de la personalidad. El movimiento internacional conocido como LGBTI
es la expresión organizada por el reconocimiento de la diversidad sexual y de
género de las personas frente a los estados y las sociedades. Uno de sus logros
ha sido el reconocimiento de las parejas homoparentales al matrimonio, la adopción,
la familia y el acceso a la seguridad social y la herencia en varios países.
La violencia contra la mujer
Las resistencias a reconocer y aceptar la
equidad de género residen en costumbres, tradiciones, creencias y prejuicios
arraigados de la preeminencia del poder masculino y su ejercicio, situación que
en el contexto popular latinoamericano y del caribe denominamos “machismo”. “Eres
una niña”, “lloras como una niña”, se dicen los niños entre sí cuando quieren
agraviar a un compañero en sus juegos. La familia sigue siendo el ámbito humano
donde se ejerce, con mayor frecuencia, la violencia de los hombres en contra de
las mujeres y los niños. Violencia que,
en Colombia, está ya tipificada como delito por ser contraria a la armonía, la
unidad y los Derechos Humanos. De ahí que sea tan importante la nueva ley 217
de 214 que tipifica el feminicidio y aumenta las penas para los victimarios.
Y no sólo es la violencia física
como se expresa la subvaloración de la mujer, se evidencia, también, en el
lenguaje. La propuesta de emplear el llamado “lenguaje incluyente” pretende
hacer un reconocimiento explícito de igualdad y equidad entre hombres y
mujeres. Ciertos sectores de la sociedad muestran su burla y rechazo con el
argumento de que el genérico masculino incluye toda la especie humana. Mencionar
“todos y todas”, niños y niñas”, “hombres y mujeres” es ser conscientes de
realidades existenciales diferentes entre hombres y mujeres. Los ataques con ácido en la cara de las
mujeres, la trata de personas se da en mayor proporción en mujeres, bandas
criminales “negocian” la virginidad de las niñas, el embarazo adolescente lo
asume la mujer, en varios países las hijas menores son sujeto de matrimonios
forzosos. La inequidad de género
prevalente hace desigual la crianza, el trato, las expectativas y los proyectos
de vida de niños, niñas y adolescentes. Acciones públicas como declarar el 8 de
marzo como Día Internacional de la Mujer y el 25 de mayo como Día Nacional por
la Dignidad de las Mujeres Víctimas de Violencia Sexual pretenden sensibilizar
y convocar a la sociedad sobre la situación de ellas.
El cambio educativo y cultural y los prejuicios prevalentes
En los últimos ochenta años las mujeres han vinculados a la producción y
al mercado laboral ante la imposibilidad, entre otras razones, de la
imposibilidad del hombre urbano de proveer con su salario los gastos
familiares. La mujer tuvo que volverse coproveedora o cabeza de familia
teniendo que cumplir con la doble jornada como trabajadora y cuidadora. Otro
cambio significativo fue el acceso de las mujeres al bachillerato y la
universidad. El compartir las aulas es una buena práctica que favorece la
integración social de los géneros y evita los estereotipos que crea la
segregación. Así como uno crece y se desarrolla con los hermanos y hermanas en
la familia, lo recomendable es que igual se realice con los compañeros y
compañeras en la institución educativa. El pero del asunto es que el mayor
nivel educativo obtenido en las aulas por las mujeres no se ha correspondido
con la obtención de ingresos iguales a los hombres en los mismos cargos y en la
eliminación de barreras sexistas para acceder a los mismos. En todas las empresas, grandes, medianas,
pequeñas, debería aplicarse el principio de “trabajo igual, salario igual”
independiente del género. Además están expuestas a los riesgos del acoso
laboral masculino. El mundo económico, empresarial y de finanzas es,
mayoritariamente, masculino. Son los hombres quienes obtienen y ejercen los
altos cargos directivos de las empresas, los que más ganan y son también ellos
los que conforman y toman las decisiones en las juntas directivas.
En un estudio realizado por la
firma Talent Partner en 25 compañías de Bogotá, Medellín y Cali, con 11.600 y
8.555 hombres se halló lo siguiente:
“En cargos de alta gerencia los hombres devengan en promedio $25.464.953
y las mujeres $21.986.803 para una diferencia de 16%.”
“En cargos de soporte la diferencia salarial existe pero en menor
porcentaje, esto se debe a que usualmente el pago se rige por el Salario Mínimo
Legal Vigente, así que ahí no hay distinción de género, pero a medida que el
cargo sube de nivel la distancia entre salarios entre hombres y mujeres es
mayor”, asegura Beatriz Aristizábal, consultora de la firma Talent Partner. (Empleos, periódico el Tiempo,
12 de abril de 2015, pág: 8).
La política de la discriminación positiva
La política de
discriminación positiva es una acción gubernamental que tiene por objeto
favorecer la titularidad y el ejercicio pleno de los derechos a poblaciones
vulnerables de la sociedad. La ley 581
conocida como ley de cuotas, por ejemplo, dispuso que el 30% de los altos
cargos públicos deben ser ejercidos por mujeres a nivel departamental,
distrital y municipal atendiendo a los lineamientos de la IV conferencia
mundial de la mujer de 1995, organizada por la ONU. En el 2014 el Departamento de la Función
Pública verificó la presencia de la mujer en los máximos cargos directivos en
186 entidades que reportaron información, alcanzando una representación del
55.37% (Periódico El Colombiano, 8 de enero de 2015, pág: 5). En Alemania el
parlamento aprobó una ley que obliga a las empresas privadas más grandes a dar
el 30% a las mujeres en las juntas directivas.
En Colombia, según el Centro de Investigaciones Cultura, Trabajo y
Cuidado de INALDE Bussines School, (citado por el periódico Portafolio, marzo
29 de 2015), en las 100 empresas más grandes de Colombia sólo el 9% de sus
juntas directivas lo integran mujeres. En las juntas directivas de las empresas
del Grupo Empresarial Antioqueño es notorio el predominio masculino, las
mujeres son minoría. Si bien las empresas de este grupo empresarial se rigen
por los principios normativos y éticos del denominado Gobierno Corporativo esté
no incluye el principio de equidad de género.
Las razones que esgrimen ante las preguntas de los accionistas
minoritarios en las asambleas anuales frente a este hecho es que no existe
ningún tipo de discriminación contra las mujeres ejecutivas, que lo que sucede
es el no cumplimiento de s requisitos de conocimiento, habilidades,
competencias y experiencia que exige el perfil para desempeñarse como miembro
de junta directiva. En otras palabras, no reúnen los méritos suficientes para
ser nombradas. He ahí la importancia de
la discriminación positiva, de una ley de cuotas que compense, que facilite el
acceso y la inclusión de la mujer no sólo en los puestos públicos sino en los
del sector privado. No puede seguirse
aceptando que las mujeres cuentan como compradoras y consumidoras y no como
dirigentes. ¿Sí la ley de cuotas ha sido
positiva en el acceso de la mujer en los cargos públicos, por qué no lo va a
ser, también, en los altos cargos y juntas directivas de las empresas privadas?
Otro caso ilustrativo de principio de equidad es el que aplica ONU Mujer para
financiar proyectos para mujeres: exige como requisito habilitante para
conceder la cooperación que el 50% de los integrantes de la junta directiva,
que la solicita, sean mujeres.
Las mujeres y las organizaciones no gubernamentales ONG.
Miles de organizaciones del
sector social, tanto internacional como nacional, han sido iniciativa de las
mujeres en aplicación de los valores de
solidaridad, cuidado y ayuda humanitaria. Ellas ocupan cargos
directivos, profesionales y administrativos tanto en forma voluntaria como
remunerada donde suelen ser mayoría frente a los hombres. Aunque no disponemos, en Colombia, de cifras
al respecto la evidencia empírica da cuenta de que los hombres siguen
predominando en la composición de la junta directiva y en el cargo de la
presidencia. Dicho de otra forma: los hombres gobiernan y las mujeres
gerencian. Aunque también es cierto que hay ONG con juntas directivas conformadas sólo por
hombres y otras sólo con mujeres. Si en verdad creemos y somos partidarios de
la equidad de género no debemos entender éste únicamente desde la perspectiva
femenina radical. Equidad significa reconocer la riqueza de la diferencia y
estar abierto a conciliar intereses y objetivos. En las organizaciones formales
el papel de la junta directiva es determinante para formular la misión, la
estrategia, las políticas, los lineamientos, el control y la evaluación de los
procesos y actividades. La toma oportuna y eficaz de decisiones es una de las responsabilidades
estatutarias asignadas a la junta directiva.
Propender al equilibrio de género enriquece las ideas, fomenta el
debate, amplia visiones, hace realidad la gobernabilidad democrática en una
junta directiva.
En el mundo contemporáneo ya no
tiene justificación y cabida el argumento premoderno de la división de roles
sociales y culturales de acuerdo al género y al sexo. Persistir en ello es
querer mantener la prevalencia del poder
masculino en todos los ámbitos de la vida humana. Si en el mundo de las ONG compartimos el
propósito de contribuir al cambio, a las
transformaciones positivas de las personas y familias, comunidades debemos,
desde nuestras organizaciones, predicar y dar ejemplo de la equidad de género
en los órganos de gobierno corporativo.
Y si de prédica y ejemplo y
ejemplo se trata ilustramos el
nuestro. En 1934 un grupo de señoras de
la sociedad antioqueña fundó el Comité de Damas de la Caridad con la misión de
“atender a las personas y a las familias
necesitadas en sus domicilios”. En 1967 cambia su nombre al de Fundación
para el Bienestar Humano y pasa de ser una organización asistencial a
convertirse en una organización de desarrollo social. En 1971 las señoras convocan a un grupo de
señores para hacer parte de la junta
directiva. O sea que las fundadoras, en
forma visionaria y adelantada a su época, hicieron equidad de género a favor de
los hombres. Hoy la asamblea general de la Fundación Bien Humano la conforman
21 socios activos, 9 mujeres, 11 hombres y la junta directiva 9 socios, 5
mujeres y 4 hombres. Los hombres con mayoría en la asamblea, las mujeres con
mayoría en la junta.
Como director ejecutivo de una ONG puedo afirmar
que la presencia y permanencia de voces tanto masculinas como femeninas en la
junta directiva nos ha permitido la reflexión y el ejercicio de una visión más
comprensiva e integral de las familias colombianas, razón histórica de ser de
la organización. Invito a mis colegas a que incluyan el principio de equidad de
género en la composición de sus juntas directivas.
2 comments:
Poco a poco hay que ir integrando a más mujeres hacia esos cargos, la posición y visión global puede ser diferente y no estaría mal tener ambas opiniones, creo que enriquecería el sistema y la opciones para elegir
Felicitaciones por la Fundación Bien Humano.
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